Buenos padres
Al nacer nos
alimentan, protegen, ellos saben que a un ser tan frágil no se le puede dejar
solo. Crecemos, caemos, y nos raspamos, con la diferencia de que ahora no
lloramos, nuestros padres se sorprenden, se dan cuenta de que ya no somos tan
frágiles, hay algo que choca dentro de ellos pero siguen tratándonos igual,
porque aun después de la caída, siguen cuidándonos de los monstruos.
Han pasado unos años
más, cuando llegas a casa notas
la ausencia de tus padres, nunca habían estado al llegar a casa, pero estabas
muy pequeño para darte cuenta porque te cuidaba una señora, quizás tu abuela. Cuando ellos tenían tiempo compartían contigo, en el fondo preferías que no
estuvieran, llego un momento en el que su llegada no te emociono igual.
Encuentras respuestas a lo que pasa con tus amigos y tomas la
decisión de darle una solución. Tus amigos al ver el resultado de lo que hicieron junto a
ti no saben como reaccionar, cada quien coge por su lado, están solos, estás
solo…
En este punto no
sabes muy bien lo que te motivo a hacerlo, hasta que tu mente, trae los
recuerdos… Cuando te protegían apoyándose sobre ti con una almohada, para que
no siguieras ahogándote en llanto, ya que eras frágil; O sosteniéndote mientras
jugaban contigo, quedándote marcadas las manos que te rodeaban para que no
cayeras; recuerdas esos raspones causados por ese monstruo malo que estaba en
esa época de tu vida y te pateaba por la espalda, siempre que volteabas estaba tras de ti tu padre o tu madre intentando ahuyentarlo. Cuando creciste y
resistías caer, apareció otro monstruo que pateaba más fuerte, pero aun así
estaban ellos para procurar que se fuese lo más rápido posible, marcando sus
manos sobre ti para levantarte nuevamente.
Siempre que llegabas
a casa estaba una señora para recibirte, encerrada en una caja, a pesar
de que la saludaras ella no se desconcentraba y continuaba hablándote. Tus
padres decían que era tu abuela, a decir verdad, la abuela parecía que tenia más
años de los que expresaba físicamente, porque en muchas ocasiones repetía cosas
que ya había dicho.
Cuando llegaban, aleatoriamente, sin horario, desesperados, ellos se tomaban un tiempo contigo, te emocionamos tanto que quedabas paralizado, y solo reaccionabas cuando te hablaban para que le acercases sus juguetes, así que tomabas lo que te pedían y se lo llevabas, luego de haber jugado un rato se calmaban. Cuando salían del juego te consentían de esa manera tan particular que te hacía recordar años atras, pero ahora las caricias no solamente se sentían en la piel.
Te recordaban a esos monstruos que te asechaban de pequeño, y ahí fue cuando llegaste a la conclusión: los monstruos se habían apoderado del cuerpo de tus padres. Caíste en cuenta de que hace años ocurrió, y por eso se atrevían a patearte de frente, escupirte, cortarte, quemarte, lanzarte contra las paredes, tocarte de una manera que te incomodaba como ninguna; y las manos además de rodearte, te acariciaban rápidamente, marcándose en ti de igual modo.
Cuando llegaban, aleatoriamente, sin horario, desesperados, ellos se tomaban un tiempo contigo, te emocionamos tanto que quedabas paralizado, y solo reaccionabas cuando te hablaban para que le acercases sus juguetes, así que tomabas lo que te pedían y se lo llevabas, luego de haber jugado un rato se calmaban. Cuando salían del juego te consentían de esa manera tan particular que te hacía recordar años atras, pero ahora las caricias no solamente se sentían en la piel.
Te recordaban a esos monstruos que te asechaban de pequeño, y ahí fue cuando llegaste a la conclusión: los monstruos se habían apoderado del cuerpo de tus padres. Caíste en cuenta de que hace años ocurrió, y por eso se atrevían a patearte de frente, escupirte, cortarte, quemarte, lanzarte contra las paredes, tocarte de una manera que te incomodaba como ninguna; y las manos además de rodearte, te acariciaban rápidamente, marcándose en ti de igual modo.
Tus amigos te
acompañaban junto a la abuela, todos los días, ¿durante cuánto? Toda la vida,
ni siquiera sabes como los conociste, jamás fueron presentados, no conocías sus
familias ni historias, y aun eso no impedía que compartieras buenos ratos con
ellos, eran los buenos ratos que al recordar no te hacían llorar.
Les dijiste a tus
amigos que tenías la solución para recuperar a tus padres, así que lo hiciste
un día, luego de estar con sus juguetes, los abriste para sacar a esos
monstruos y buscaste dentro, tenían formas raras pero tuviste el valor de
sacarlos, y sin monstruos y en ese preciso instante fue cuando en ti creció el
amor por tus padres, al verlos quietos, por fin en calma, como nunca estuvieron. Tus amigos se desvanecieron, así que para distraerte te quedo solamente
estar con la abuela y jugar con los juguetes.
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